Y siguiendo con la narración de las locuras taekwonderas habituales, pero las más recientes (madrugones, kilometradas, entrenamientos hasta horas intempestivas...horas interminables en lejanos pabellones...) nos toca hablar de combate. Para mí es bien difícil hacerlo, porque directamente, nunca hubiese pensado que llegaría a encontrarme en una grada animando a mi hijo a pegarse con otro...jajaja. Como siempre digo "los caminos de la complacencia, son insondables".
Pero combate no es solo eso, es mucho más.
De momento creo que Hadri no tiene la capacidad para expresar qué es lo que siente, para tener absoluta pasión por esta disciplina del taekwondo. Desde fuera parecerá que es ponerse las protecciones, y salir a un tapiz con alguien de tu edad y peso, con unas normas, y una serie de patadas y puños que puntúan. Ganar, perder, e intentar saber por dónde falla el contrario, para meterle puntos de esa forma.
Pero todo lo que rodea esos escasos dos minutos de "cuerpo a cuerpo" es todo un mundo en sí mismo. Esa valentía mientras se ponen la equipación (como pequeños gladiadores), esa concentración los minutos antes.... en chicos tan jóvenes y en Hadri en especial (absolutamente disperso, como su madre, jajaja), hace que desde hace rato le tenga fascinación al combate.
Antes de llegar ahí, quedan largas horas de entrenamientos, queda la constancia, y por supuesto, siempre, la risa y la anécdota (ahora fotos de Hadrián y Thomas a la salida de un "pesaje oficial"... no quieren dar mal el peso para que no los descalifiquen o los suban al peso superior, y se abstienen de comer ese día, jajaja....eso sí, en cuánto salen... jajaja).
Llega la hora de la verdad, y ganen o pierdan, los puntos metidos y que no fueron tenidos en cuenta, los puntos ganados, las patadas buenas, las malas, y todos los pequeños detalles de esos dos minutos, nos duran largo rato...
y por supuesto, lo que dura de verdad, lo que se lleva en el corazón, son las personas compañeras de camino, esas con las que se comparte bocata en las gradas, esas en las que te apoyas para echarte un sueñecito en el camino, esas con las que ríes, lloras, abrazas y quieres.
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