sábado, 12 de julio de 2008
Nuestra "punta" favorita.
Se me ocurren tantas ideas que contar, que voy a empezar por un descubrimiento de hoy mismo. Nos fuimos por la tarde de senderismo a la Punta de San Mamede. Lo podemos definir como uno de nuestros "paseos ermitaños" porque es una ruta bastante desconocida y recóndita que va por medio del monte y termina en unas impresionantes vistas desde un acantilado, al mar.
Fuí yo sola, con mis tres cangrejos. Y, se me olvidó llevar la mochila para transportar a Elisa...
Así que de perdidos al río, me dije, una vez aquí, que sea lo que tenga que ser.
Comenzamos a caminar, y con la costumbre "clásica" de que los chicos fuesen delante y yo detrás de todo, fuimos un buen rato.
Elisa estaba encantada, con esta novedad de poder "correr" detrás de sus hermanos, sin tener que ir sujeta a la mochila. Se caía en la hierba, se levantaba, se reía. Al rato, el camino se hizo más empinado cuesta abajo, y me la colgué en la cadera, jeje, además, como es tan chulita, le dijo "apata" (aparta) a una planta con la mano, y resultó ser una "desconsiderada silva con pinchos", jeje y dejó de gustarle el invento.
Llegamos al final del trayecto, a ratos caminaba, a ratos en la cadera, sin problemas. Estuvimos en el prado al lado del mar, en el mirador, merendamos, jugamos, vimos barcos, gente pescando, gaviotas, muy chulo.
Llegó la hora de volver y ahora tocaba "cuesta arriba" casi todo el trayecto. Me suponía, que me tocaba cadera, por el cansancio, por la brisa marina que nos agotó... pero, para mi sorpresa, una vez pasado un tramo muy lleno de silvas, que la llevé en brazos, me pidió que la bajara.
Lo hice, y le indiqué que fuese detrás de sus hermanos, que yo iría cerrando la fila, pero se negó.
Elisa, tú delante... no y no.
Me extrañó tanta terquedad, y le hice caso, fuí yo delante. ¡¡Qué bobos somos los adultos, hay que ver...!! Elisa tenía toda la razón. Ella, desde su perspectiva, allí abajo, lo que quería y necesitaba era ver dónde ponía yo los piés y por dónde tiraba, para no caerse, y para no pincharse... tan evidente.
Si ella iba delante, no sabría si resbalaría, si habría pinchos, o hierba alta que no la dejaría pasar, o piedras para tropezar...
(Esta pequeña historia, se la dedico con todo mi cariño a Alejandra, mi amiga de Querétaro, que tantas veces "hemos conversado" sobre "El concepto del continuum" y que tanto nos queda aún por aprender, compañeira, jejeje).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Es paradójico que tengamos que estar tan alertas, tan "con los ojos abiertos" para ver lo que deberíamos ver con el puro instinto de adulto que guía a una cría...pero amiga, eso tu lo haces con la mano en la cintura, mi querida ojodeáguila...
Un enorme abrazo, sigamos aprendiendo...
Y felicidades por este espacio, es sencillamente HERMOSO!!!
Me voy a la cama hoy admirandote un poquitín más que ayer ;)
Aprendemos aprendemos, mi querida Ale, no nos queda otra, jeje, como dice otra querida y admirada bloggera (Paloma, de paideia en familia) "no sé como nuestros peques nos tienen tanta paciencia", jejeje. Un abrazo.
sencillamente una observación encantadora...
qué alegría poder compartir todo esto.
Bienvenida al blog, Laura, siéntete como en casa. Un saludo!
Publicar un comentario