La prima Antía, que ahora vive en Fuengirola (en las antípodas ibéricas, jeje), ha estado pasando unos días por casa de los abuelos. Ha venido acompañada de su amigo, Gonzalo. Y como suele pasar en las edades complicadas, de estar un par de años sin verla (siempre que venía, se la "comían" los amigos, y las citas, jeje), ahora sí, la hemos disfrutado en un par de comidas en casa, y hasta se han venido a "nuestro paseo ermitaño".
Ha sido un placer disfrutarles. Agradable conversación, y familiaridad. No sé si ella es consciente, y si no lo es, valga esta entrada de blog, para recordárselo, de lo importante que son ella y su hermana para mis "mayores".
Los tres primeros años de sus cortas vidas han sido un referente para ellos. Mirad sino algunos detalles simpáticos. En casa, no solemos escuchar los 40 principales... mis niños mayores, jeje, son absolutos adictos a esa cadena, ¿porqué?, por ver a Laura cuándo pasaban algún tiempo con ellas. Yo no soy nada aficionada a maquillajes, bisutería, uñas pintadas, ni colores rosas, violetas, fucsias, jeje... de ellas también lo ha "heredado" Lidia, que no podía ser más "periquita".
Además de esto, y a pesar de que cuándo nacieron mis niños ellas contaban con 11 y 14 años, nunca se les cayeron los anillos por cogerles en brazos, cambiarles un pañal, vestirles o incluso bañarles en las épocas de más estress doméstico. Y mis niños, de alguna forma, lo saben y se mueren por ellas.
Me quedo con un detalle muy simpático de la conversación que mantuvimos después de una de las comidas juntos. Les hablaba yo, que soy muy pesada, sobre la educación libre y mi reciente cursillo con Mauricio y Rebeca Wild. Contaba Mauricio que en la evolución de la escuela libre Pestalozzi, que solo llegaba hasta que los niños se incorporaban a la educación secundaria, les tenían miedo a los adolescentes. Muchos padres planteaban una y otra vez la posibilidad de continuar con la escuela libre en esas edades, pero no encontraban la forma de concretar un proyecto que pudiese encajarles.
Después de darle muchas vueltas, y de probar algunas iniciativas, y de darse de bruces con algunos fracasos, dieron con el "ambiente"...
Simple...
Una sala llena de sofás, y cojines... esa era la necesidad básica de toooda la adolescencia, hablar. Hablar y hablar, y seguir hablando. Y de ese hablar, sacaban cuestiones alucinantes, no vayáis a creer.
El caso que solo mencionar esta posibilidad... jeje, a Antía y a Gonzalo... les brillaron los ojos, qué significativo, ¿no?. jeje.
2 comentarios:
Sí Marta, que significativo ese brillo en los ojos.
Jeje, Azu, aún ayer hablaba con una tía mía sobre la educación de los peques, y yo sé que su desescolarización la ha disgustado. Pero le expliqué claramente que lo que le contaba se lo contaba mucho más desde el corazón, que desde la cabeza, y lo entendió, no lo comparte, pero me dió ánimos... Creo que si nos bajamos del "burro racional", jeje, y nos fijamos en "otros detallitos", nos va infinitamente mejor. Un abrazo!!
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