lunes, 7 de julio de 2008

El primer cangrejillo.




Embarazada de Hadrián, de cinco meses, nos dimos una verdadera "despedida de solteros" y nos fuimos un fin de semana de turismo rural a Barizo, en Malpica. Allí, cenando arroz con bogavante (plato favorito de papacangrejo), en un ventanal con vistas a las illas Sisargas, comentábamos largamente como sería aquello de ser padres. Al día siguiente hicimos un largo paseo por la costa, y visitamos o Cabo do Santo Hadrián (santo que libró a Malpica de "unha plaga de serpes"). Nos gustó mucho el nombre, y la variedad, con H.

Al hacer el sorteo de nombres, todos los que nos gustaban de chico y chica (no supimos su sexo hasta que nació), metidos en un saquito, lo incluimos, y salió... nuestro Hadrián con h... (por asimilación, durante mucho tiempo, cuándo a Lidia le preguntaban su nombre estuvo diciendo, soy Lidia, con L, jajaja).

Para presentar a Hadri me estuve releyendo un escrito que tengo sin terminar, sobre el embarazo, el nacimiento, la cesárea... (ya llevo 15 páginas, y aún no me lo trajeron a la habitación, jeje, un suplicio, lo sé) por si me gustaba incluir algún detalle. Pero reflexionando, me dí cuenta, que el embarazo, el nacimiento y la cesárea, así como todo lo que aconteció después de su nacimiento, es "mi lote", no es Hadrián.

Si es cierto que muchas de las "historias para no dormir" hasta que nos empezamos a enterar de lo que era "haber sido padres", le han influido, le han marcado, le han dejado secuelas, pero nos pasa a todos los primogénitos.

Y sí es cierto que el Hadrián de ahora, ese chico guapo, tímido, sociable, activo, terco, cabezota, y mil características más, tiene influencias de nuestra forma de "crianza", para lo bueno y para lo malo.

Pero me gustaría que al presentarle, él fuese el centro, él en estado puro. Él, que cuándo le enseñaron a su hermana por primera vez, tenía quince meses, le dijo, "bichi, bichi" (como le llamaba a nuestra gata Michi, jeje).

Él, al que tuvimos que sacar del equipo de fútbol, ya que con su particular y radical sentido de la justicia, se pasaba los entrenamientos sentado en el suelo, esperando a que el entrenador le hiciese caso, y le riñese al niño que acababa de empujarle, y le dijese que "eso no se hace", jeje.

Él, al que apasionan los montes, subirse a los árboles, al que vimos de rodillas llorando en la huerta de mis suegros "porque el abuelo mató a las margaritas" al pasar el cortacésped, él, que flipa con los palos, con los riachuelos, la playa, con los bichos, con la música y con las pelotas...


Igual que todos, pero para nosotros, el único... el único al que le dices, "te quiero" y te contesta "y yo más"...


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